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Publicat a "El País" el 18 de Novembre de 1994

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Desde que a la economía especuladora se le llama ingeniería financiera y sus artífices merecen las portadas y los mejores espacios en los medios de comunicación, como los nuevos héroes nacionales de la posmodernidad, todo resulta posible en este país de las maravillas y los desencantos.

Hasta hace bien poco, dentro de la vorágine del enriquecimiento a salto de mata haciendo bueno el pronóstico del ex ministro Solchaga, los trileros de los negocios como Javier de la Rosa, Mario Conde, Mariano Rubio y demás sujetos de la farándula financiera española, eran ensalzados como grandes triunfadores del telefilme americano. E incluso algunos, como J. R., obtuvieron la calificación de empresario modelo de las más altas instancias de la Generalitat, al tiempo que lo invitaban a “fer país”. Pero ha faltado que la justicia destapara tímidamente el envase del detergente, para limpiar las manos sucias de este país, para apearlos de su dorado pedestal y meter provisionalmente a algunos de ellos en la cárcel. El desenlace final está por ver.

Nuestro país, por lo que se ve, no está tocado por los dioses para que florezca una economía financiera de altos vuelos. Aquí cuando surge un mago de las finanzas, como de Wall Street se le acaba viendo sin esfuerzo el doble fondo de la chistera y su talante de bribón. Los ingenieros resultan ser unos peones chapuceros de las finanzas que actúan con total impunidad al amparo de la imagen pública maquillada por un ejército de asesores y poderosos medios de difusión. Estos lumpen del capitalismo moderno son maestros en el empleo de métodos corruptores y confección de dossiers como armas de chantaje y amenazas a sus adversarios. Eso sin contar con su garganta profunda, que cuando amenazan ponerla en marcha tiemblan hasta las mesas de más de un despacho de altos cargos políticos.

Aun a riesgo de que se me acuse de nostálgico, a mi me parecen más entrañables, más nuestros, aquellos estraperlistas de la España del subdesarrollo, con bigotito de alférez provisional, haiga americano y querida fija calzada con topolinos y postizos en el pelo, que amasaron en breve tiempo grandes fortunas trapicheando con cupos oficiales de algodón, cobre, carburantes o lo que fuera. Nada tienen que ver con los picaros sofisticados de ahora que, esclavos de su parafernalia: lujosos yates, jets transoceánicos, teletipos, fax, teléfonos portátiles, guardaespaldas, vistosas secretarias de piernas largas y falda corta, llevan una vida al borde del infarto.

Este enriquecimiento vertiginoso de algunos coincide con nuestra incorporación de lleno mundo occidental capitalista de la mano del socialismo revolucionario del PSOE. Claro que nadie contaba que los más preclaros exegetas del sistema tuvieran alma de trileros.

Eduard Moreno