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Serrano, Ramón Editorial: Plaza & Janes Any: 1998

La Monarquía borbónica para mantenerse en el poder o para regresar del obligado exilio siempre tuvo necesidad de hechos de fuerza protagonizados por el espadón de turno.

 

89republicanos54. Eduard Moreno

ABOGADO Y ENSAYISTA

Freila, Granada (1932). Autor de Barcelona, ¿adonde vas? (1974), en colaboración con F. Marti Jusmet, y de Barcelona, cap on vas? (1991),y en colaboración con Manuel Vázquez Montalbán. Colabora en diversos medios ih comunicación (El País, El Periódico de Catalunya, etc.) y es vicepresidente del Ateneu Barcelonés y presidente de su Comisión de Cultura.

Desde niño reside en Barcelona. Casado y padre de cuatro hijas.

 

La Monarquía borbónica para mantenerse en el poder o para regresar del obligado exilio siempre tuvo necesidad de hechos de fuerza protagonizados por el espadón de turno.

1.            Creo que la primera magistratura del país debe ser elegida democráticamente por los ciudadanos en razón de los méritos de quien la encarne. El sujeto debe ser pues electivo, temporal y responsable. En consecuencia, y basándome en criterios racionales, no creo que un derecho de herencia pueda legitimar poder alguno en una sociedad moderna, libre y desarrollada políticamente.

2.            No creo que sea una cuestión de ventajas o inconvenientes, que por otro lado también existen. Se trata de cuál de las dos formas de Estado o regímenes, república o monarquía, está mejor legitimada para encarnar los principios de la soberanía nacional que reside en el pueblo y del que emanan los poderes del Estado. En la monarquía, la figura del monarca como jefe del Estado es siempre vitalicia, normalmente hereditaria y disfruta de los privilegios de la inviolabilidad, no estando sujeta su persona a responsabilidad. En cambio, en la república, como antes se ha dicho, el presidente como jefe del Estado es electivo, temporal y responsable, con sometimiento a las leyes como cualquier otro ciudadano. No obstante, si bien hoy las monarquías constitucionales se asemejan a una especie de repúblicas coronadas, al ser vitalicias y hereditarias, les restan a la soberanía nacional la voluntad de manifestarse democráticamente en su nombramiento y permanencia en el cargo.

De todas formas, para muchos individuos de mi generación, desde niños, la palabra «república» se mantuvo en la memoria como una acepción mítica sinónima de libertad, democracia, y sobre todo como el supremo referente de la lucha contra la dictadura franquista. Por eso hoy, a pesar de que en virtud de la normalidad constitucional y de lo «políticamente correcto» su reivindicación colectiva se halle en reposo, su espíritu permanece inalterable en la conciencia de muchos españoles.

3.            La dinastía de los Borbones en España siempre ha caminado a contrapelo de la historia. El sino fatal de cada generación ha sido entrar o salir como consecuencia de actos de fuerza de nuestro país. Por eso resulta inevitable citar al profesor Carlos Rojas cuando dice: «Es sencillamente inconcebible, salvo en el teatro del absurdo, que una dinastía expulsada cuatro veces del país en tan poco tiempo -menos de ciento cincuenta años- siga reinando.» Basta una sucinta lectura de la historia de la dinastía borbónica en el trono de España para llegar a la conclusión de que su permanencia merece una opinión negativa. Empezando por el primero, Felipe V, que para loa catalanes resultó especialmente funesto, ya que de entrada abolió los derechos e instituciones históricas que Cataluña gozaba como nación, hasta Alfonso XIII, que fue el último que se vio obligado n huir del país camino del exilio.

Los Borbones no aprendieron nada de la historia, y al parecer siempre creyeron que la monarquía absolutista era el mejor de los reinados. De la Revolución Francesa no extrajeron enseñanza, ni tampoco de las ideas liberales y constitucionales de las Cortes de Cádiz. Nunca supieron encarnar una monarquía verdaderamente constitucional de carácter democrático y progresista, y se anclaron en el pasado como símbolo de una España clerical, oscurantista y reaccionaria. Por este motivo la monarquía borbónica para mantenerse en el poder o para regresar del obligado exilio siempre tuvo necesidad de hechos de fuerza protagonizados por el espadón do turno, llámese Martínez Campos, Primo de Rivera o Franco.

4.            Estoy de acuerdo en que el antecedente democrático inmediato de las libertades recobradas con la transición política es la segunda República. Esto es así, porque la segunda República, además de ser el antecedente democrático inmediato a la transición política en el orden cronológico, lo es también por el hecho de haber sustituido la «Monarquía de Septiembre», llamada así por su relación con el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923, del general Primo de Rivera, donde el monarca Alfonso XIII «borboneó» la mismísima Constitución de 1876, convirtiendo el régimen monárquico en una dictadura que anuló las libertades democráticas que ésta, sobre el papel, garantizaba.

5.            La obligación la tenían. Otra cosa es que fuera posible hacerlo sin provocar una reacción violenta (como se vio el 23-F) del entonces llamado búnker franquista. Hay que tener en cuenta que durante la transición política ni las fuerzas residuales del franquismo eran suficientemente fuertes para mantener el régimen en estado de involución, ni las fuerzas emergentes democráticas y de izquierda provenientes de la clandestinidad, lo eran para propiciar una ruptura democrática» que hiciera tabla rasa con el régimen dictatorial. De ahí que hubo que llegar a un extraño híbrido de «ruptura controlada» o pacto del olvido, instalando la amnesia en la memoria colectiva de los españoles. Por otro lado, la Monarquía instaurada ex novo por el general Franco bien pronto dio muestras Inequívocas de no ser la Monarquía del 18 de julio como estaba proyectada por aquello del «atado y bien atado». A medida que las fuerzas políticas progresistas y de izquierdas se percataron de que el monarca apuntaba con sigilo pero de forma decidida hacia una monarquía parlamentaria y que España podía constituirse en un estado social y democrático de derecho, por una cuestión de utilidad política, fueron abandonando la idea de forzar un referéndum donde se dilucidara si el pueblo español quería la república o la monarquía. Así lo demuestra el hecho de que Santiago Carrillo, ex secretario general del Partido Comunista, antimonárquico por antonomasia, haya declarado recientemente que la actitud del Rey para los que estaban en la oposición interior o en exilio fue una divina sorpresa.

6.            Se ha dicho, quizá con razón, que un presidente de la República no habría abortado el golpe militar del 23-F, y que sólo el Rey, más que por Monarca constitucional, por haber sido designado por Franco, pudo hacerlo. Esta actitud de la Corona que en su momento fue positiva encierra en sí misma una lectura negativa consistente en que las garantías constitucionales puedan depender del talante o idiosincrasia de una sola persona, aunque ésta sea la del jefe del Estado. Cuando esto ocurre hay que deducir que algo anda mal en la estructura del Estado y que la plenitud democrática del país no ha sido alcanzada. Por lo demás, no existe ninguna garantía de que en otra circunstancia parecida otro rey distinto actuase igual.

Según la Constitución de 1978 los actos del Rey son refrendo dos por el presidente del Gobierno, y en su caso, por los ministro» competentes. En cambio, nada dice la Carta Magna sobre los actos de mando ordenados por el Monarca en su calidad de jefe supremo de las fuerzas armadas, que al mismo tiempo son las garanten el ordenamiento constitucional. Este vacío legislativo puede prestarse a diversas interpretaciones. No debe olvidarse que la tradición militar que como reyes soldados mantienen los monarcas Borbones desde Alfonso XII fue concebida durante la Restauración por Cánovas del Castillo, para contrarrestar a los espadones del siglo XIX en sus continuos devaneos golpistas. No obstante, en una sociedad democrática, desarrollada políticamente y con unas fuerzas armadas respetuosas con la Constitución, resulta discutible que los titulares de la Corona tengan necesariamente que abrazar la carrera militar y ostentar la jerarquía suprema de los ejércitos.

7.            Creo que para resolver de una vez el contencioso pendiente que supone tener una Monarquía impuesta al pueblo español por el general Franco, sería conveniente y justo convocar un referéndum cuando se agote la actual titularidad de la Corona, para que los ciudadanos elijan libremente entre monarquía o república. Es difícil predecir cuál sería el resultado, pero no me sorprendería en absoluto que debido a la aceptación mediática que goza la familia real en amplias capas de la población, y por la fuerza de la costumbre, la voluntad popular se decantara a favor de la monarquía.

 Eduard Moreno